[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=ODNVo1o7w8M[/youtube]

Leo en El País la triste noticia de la muerte de Heinz Edelmann, uno de mis ilustradores-guía. Se nos van los maestros y quedamos más solos. Gran entrevista (en inglés) por el también grande Christoph Niemann, aquí.



ETA, la costumbre de odiar por JOSÉ MARÍA GUELBENZU



“¡Quita p’allá, Russell Crowe!” por JOSÉ MARÍA IZQUIERDO



Acabo de volver de pasar unos días por el Norte. Una de las mejores noches fue la del concierto de Femi Kuti en Gijón. Algunas fotos del viaje, que no del concierto,  aquí.



zephaniah

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Me he hecho con este bonito libro de poesías de Benjamin Zephaniah, que rechazó la Orden de Caballero del Imperio Británico con una expresiva carta abierta en The Guardian y a quien he estado leyendo en internet desde entonces.
 Aquí transcribo Who”s Who (de ”Talking Turkeys”)

“I used to think nurses

Were women,

I used to think police

Were men,

I used to think poets

Were boring,

Until I became one of them.”‘,



provensen

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Me sorprende mucho que Alice y Martin Provensen no sean más conocidos entre nosotros a pesar de la cantidad y calidad de influencias que generan. A la una espera de una reedición en español, pueden verse casi todos los dibujos del que para mi gusto es su mejor libro, “La Ilíada y la Odisea”, en este link (en francés).



gibara

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En oleadas sucesivas, como una continuación de las olas formadas en el mar, le llegó la brisa, fresca, húmeda, evanescente, y con ella vino el rumor del mar y el picante olor a salitre: todo le llegaba del mar, hasta la espera. y ella odiaba al mar, porque sabía que le era hostil. El mar debe ser una mujer, pensó. -Sólo una mujer puede ser tan dura con las mujeres y tan blanda con los hombres -dijo y recordó que alguien dijo que al mar debía llamársele la mar porque también lo afectaba la luna; no podía recordar quién lo dijo–: Pero debe ser una mujer -dijo. Más que nada lo odiaba por la misma razón que se maldice al cartero que pasa de largo: porque el mar era un medio de comunicación entre ella y él y ahora le negaba toda noticia. Él dijo: “Mira al mar. Míralo siempre y sabrás si vuelvo o no. Él te dirá”, pero él no había contado con el mar, de donde el mar era un mensajero sin saberlo. Nadie contaba con él y todos querían que fuese el recadero perfecto. Se despachaban embarcaciones, se echaban botellas llenas de mensajes, se tendían cables, y todos querían que las noticias llegaran pronto y sin novedad y con precisión al punto de destino. y ahora ese hombre, ese marino misterioso, envuelto en sombras, ocupado en raros trajines, que utilizaba el mar y la noche como cómplices, no decía más que “Mira al mar: él te dirá” y dejaba el resto (la improbabilidad, el error, la mala fortuna) al azar, y esta mujer odiaba al mar porque el mar, siempre sin saberlo, demoraba en decir que sí o que no.

Guillermo Cabrera Infante. El de arriba es un fragmento de MAR, MAR, ENEMIGO incluído en el libro de relatos  “Así en la paz como en la guerra”.

El dibujo lo hice un día de mucho viento en la bahía de Gibara, el precioso pueblo donde nació y al que, que yo sepa, jamás volvió. (Pregunté por él y a nadie parecía sonarle siquiera su nombre).



kim

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-Ahora, marchemos murmuró el Lama.
 Y acompañados por el tintineo del rosario anduvieron en silencio milla tras milla. El Lama, como de costumbre, iba abismado en profundas meditaciones, pero los brillantes ojos de Kim lo abarcaban todo, y pensaba que este amplio y sonriente río de vida era un alivio después de las estrechas y atestadas calles de Lahore. A cada paso veía gente y cosas nuevas; castas ya conocidas y otras que le eran completamente extrañas.
Encontraron una patrulla de sansis, de largos cabellos y olor penetrante, que llevaban a su espalba cestas de lagartos y otros asquerosos alimentos, e iban seguidos de flacos y escuálidos perros que olfateaban sus talones. Esta gente marchaba por un lugar aparte de la carretera, andaban con un trote sostenido, rápido y furtivo, y todas las demás castas les dejaban amplio espacio; porque el sansi es profundamente contaminador. Detrás de ellos, caminando rígidamente a través de la sombra intensa, se deslizaba un presidiario recién salido de la cárcel y que conservaba aún las huellas de los grilletes; su vientre abultado y su piel reluciente eran prueba de que el Gobierno alimenta a sus presos mejor de lo que pueden alimentarse muchos hombres honrados. Kim conocía esa manera de andar, y cuando pasaron por su lado lo remedó con burla. En seguida un akali, de mirada extraviada y pelo enmarañado, devotamente vestido con el traje a cuadros azules de su credo, y llevando resplandecientes tejos redondos de pulido acero sobre su azul turbante, pasó majestuosamente, de regreso de uno de los Estados sikhs independientes. AlIí habría estado cantando las antiguas glorias del Khalsa a los príncipes educados en colegios ingleses: que llevan altas botas de campana y calzones de terciopelo blanco. Kim tuvo buen cuidado de no burlarse de él, porque la cólera del akali es fuerte y su brazo rápido. De vez en cuando encontraban o eran dejados atrás por alegres multitudes de aldeanos que regresaban de alguna feria local; las mujeres, con los niños sobre las caderas, marchaban detrás de los hombres, mientras los chiquillos mayorcitos caracoleaban montados sobre cañas de azúcar, arrastrando groseros modelos de locomotoras que costaban medio penique, o reñejando el sol en los oios de sus padres con baratos espejos de juguete. A primera vista se notaba lo que cada uno había comprado; y si se tenía alguna duda, bastaba contemplar a las mujeres, que juntando sus brazos morenos. comparaban los recién mercados brazaletes de cristal oscuro que proceden del Noroeste. Esta alegre multitud marchaba lentamente, llamándose a gritos y deteniéndose a regatear con un vendedor de dulces o a rezar ante alguna de las capillitas-unas veces indias, otras musulmanas- que se suceden a los lados del camino y que las castas bajas de ambas religiones se distribuyen con hermosa imparcialidad. Una larga línea azul pasó corriendo con un murmullo de rápida charla, oscilando a través del polvo vibrante como una inmensa oruga apresurada. Era una cuadrIlla de changars, esas mujeres que han acaparado el servicio de todos los muelles de los ferrocarriles del Norte. Casta de fuertes cavadoras, dotadas de anchos pies, gruesos pechos y miembros hercúleos. Vestían faldas azules y viaJaban apresuradas hacia el Norte en busca de un nuevo destajo, no perdían el tiempo en el camino. Pertenecen a una clase en la que los hombres no son nada, y marchaban con los codos pegados al cuerpo, altas las cabezas y moviendo las caderas como mujeres acostumbradas a cargar grandes pesos. Poco después desembocó en la Gran Carretera un cortejo nupcial, acompañado de música y gritos; un olor de caléndulas y jazmín, más fuerte que el vaho del Polvo, se esparció por el ambiente. A través de la calina se tambaleaba la litera de la novia-una mancha de rojo y oropel-, mientras la enjaezada jaca del novio volvía la cabeza para arrebatar un bocado de hierba de un carro de forraje que pasaba a su alcance. Entonces Kim se unió al coro de buenos deseos y pesadas burlas, deseando a la pareja cien hijos y ninguna hija, como es la costumbre. Todavía más interesante y más gozoso era el caso del juglar vagabundo acompañado de algunos monos medio domesticados un oso jadeante y débil o una mujer con cuernos de chivo amarrados a los pies, que danzaba con ellos sobre la cuerda floja, asustando a los caballos y haciendo prorrumpir a las mujeres en prolongados alaridos de admiración.’

Rudyard Kipling. Kim



daniell

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William Daniell y su sobrino Thomas (de quince años) recorrieron la India en la segunda mitad del siglo XVIII dibujando acuarelas que, como era moda en aquellos años, después convertirían en grabados para vender y sacarse unas pelillas. Es bonito ver cómo en aquellos años sin cámaras fotográficas, esta gente intentaba ser fiel a la realidad. Como yo viajo con cámara y menos tiempo, he podido/debido tomarme más libertades.
 Hay un buen sitio con sus bonitos dibujos aquí.



fuego

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Conozco personas que son expertas en el fuego, saben sus hábitos para poder apagarlo cuando se lanza como incendio. Conocen en los bosques la llama que se arrastra bajo las cenizas e intenta encenderse más lejos. Saben que el castaño arde mal y que el pino de Aleppo, atacado por el fuego, lanza semillas y se esparce. Saben que la encina no resurge y que el bosque viejo resiste mejor, porque los bosques son personas y acumulan experiencias. Saben que arde mejor la ladera sur que la norte. Saben que el fuego es rojo, naranja y negro, pero que al principio es blanco y gris.

Erri de Luca. Tras los pasos de Nives,



Mi amigo Fernando Vicente acaba de publicar con mis otros amigos de Blur una recopilación de sus retratos que podéis y debéis ver aquí.



dioses indios

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Un día después volví al muelle y encontré pasaje en un barquito que hacia el servicio entre Bombay y Elefanta. Conmigo viajaban algunos turistas y unos pocos indios.  El mar estaba en calma; atravesamos la bahía bajo un cielo sin nubes y en menos de una hora llegamos a un islote. Altas peñas blancas y una vegetación rica y violenta.   Caminamos por un sendero gris y rojo que nos llevó a la boca de la cueva inmensa. Penetré en un mundo hecho de penumbra y súbitas claridades. Los juegos de la luz, la amplitud de los espacios y sus formas irregulares, las figuras talladas en los muros, todo, daba al lugar un carácter sagrado, en el sentido más hondo de la palabra.  Entre las sombras, los relieves y las estatuas poderosas, muchas mutiladas por el celo fanático de los portugueses y los musulmanes, pero todas majestuosas, sólidas, hechas de  una materia solar. Hermosura corpórea, vuelta piedra viva. Divinidades de la tierra,  encarnaciones sexuales del pensamiento más abstracto, dioses a un tiempo intelectuales y carnales, terribles y pacíficos. Shiva sonríe desde un más allá en donde el tiempo es una nubecilla a la deriva y esa nube, de pronto, se convierte en un chorro de agua y el chorro de agua en una esbelta muchacha que es la primavera misma: la diosa Parvati. La pareja divina es la imagen de la felicidad que nuestra condición mortal nos ofrece sólo para, un instante después, disiparla. Ese mundo palpable, tangible y eterno no es para   nosotros. Visión de una felicidad al mismo tiempo terrestre e inalcanzable. Así comenzó mi iniciación en el arte de la India.

Octavio Paz



agua

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Y, al otro lado del valle, contra la verticalidad gris de un acantilado, una delgada hebra de agua se esfuma convirtiéndose en niebla o humo atomizado por el viento y luego da la impresión de que se materializa de nuevo a partir del propio aire bajo la forma de una maraña líquida de luz. Hay hechizo en el agua que fluye: permanezco sentado, hipnotizado por su belleza. El agua, el más unificante de los elementos, el que une la tierra, el mar y el aire en un círculo viviente. Su correr sigue un cauce, a diferencia del aire, y sus ciclos son más vastos y aceptan los tres estados de la naturaleza. La nieve y el hielo yacen encerrados, quizá durante años, en crestas, circos, glaciares, nieves perpetuas, y de pronto se resquebrajan, se funden y se transforman en nieve derretida. El agua, más honda que altos los picos más altos, yace en el mar hasta que sube a la superficie y el aire la acepta en forma de vapor. El aire húmedo gira en torno al mundo y acaba cayendo de nuevo en el mar en forma de nieve o lluvia; o en forma de nieve y lluvia sobre la tierra.
“El hombre de bondad superior es como el agua”, dice Lao Zi. “El agua sabe favorecer a todos los seres, mas no lucha; ocupa los hogares que la muchedumbre detesta, y así está cerca del dao.” “Nada hay en el mundo más blando y débil que el agua, mas nada le toma ventaja en vencer a lo recio y duro.” Insípida, acepta todos los sabores, incolora, todos los colores, refleja el cielo, refracta las piedras blancas de su lecho, disuelve o suspende los suelos y los minerales sobre los que fluye. El pulso de nuestro cuerpo es líquido, como lo son todos los pulsos vivientes. El agua disuelve la sal de la parábola en las Upanishads, cubre la tierra del Génesis y fluye por el paraíso del Corán. Y el aleatorio rumor difuminado, el tumulto lumínico que estoy contemplando, es autor de más belleza incluso que la propia: los cirros y los cúmulos, el arco iris y los nubarrones, los estratos del crepúsculo, el indescriptible olor de las primeras lluvias en las planicies tostadas por el verano.

Vikram Seth. El lago del cielo‘,



beuville

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Me gustan mucho los dibujos de Georges Beuville (1902-1982), un dibujante al que conocí en los libros de viajes “Le Monde en Couleurs” de la editorial Doré Ogrizek.

Una buena selección de sus trabajos como ilustrador de cuentos puede verse aquí. Una biografía, aquí y otra selección de trabajos, aquí. En este otro sitio hay un pequeño vídeo sobre su obra.

El pasado 27 de junio hubo en Paris una venta de susoriginales a la que me hubiera gustado acudir. He estado mirando aquí el catálogo y los precios son de risa, pero me enteré demasiado tarde.

Editions Michel Lagarde prepara un libro que aparecerá en 2010. ¡Me falta tiempo para ir reservándolo!



AVE

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Ayer se presentó en el Asador Donostiarra el libro “En el AVE con humor”, publicado por RENFE e ilustrado por 43 graciosos, lo más granado del humor nacional, que viajaron en tren de Madrid a Barcelona y vuelta para dar su opinión sobre la nueva línea de Alta Velocidad.

Arriba, una de las aportaciones del incansable Alfredo. A contiuación, foto del acto en la que, de derecha a izquierda, puede verse a medio Jordi Bernet, Adolfo Usero, Raúl, Alfredo y Máximo.



El arrepentimiento de McNamara por NORMAN BIRNBAUM



prohibido dibujar

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“He venido a dibujar este cuadro porque es Viernes Santo”.
“Está prohibido”.
Sigo dibujando.
“Si continúa”, dice el guardia de seguridad, “llamaré al supervisor”.
Levanto el dibujo para que pueda verlo.
Es un hombre bajo y fornido de cuarenta y tantos años. Con ojos pequeños. O con ojos que achica mientras echa la cabeza hacia delante.
“Diez minutos”, le digo, “y habré terminado”.
“Voy a llamar al supervisor ahora mismo”, dice.
“Escuche”, le contesto, “si tenemos que llamar a alguien, vamos a llamar a alguien del personal del museo y, con un poco de suerte, podrán explicarle que no hay problema”.
“El personal del museo no tiene nada que ver con nosotros”, masculla entre dientes. “Somos independientes y nos encargamos de la seguridad”.
“¿La seguridad? ¡Y una mierda!”. Pero no lo digo.

El artículo completo de John Berger del que he extraído este fragmento, aquí.



sirena

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En ninguna lengua es tan difícil entenderse como en la propia.
KARL KRAUS

Había una vez un oshammi shammi que vivía en una wesesheshammi en lo alto de una wooba. Llegó una noche un oogoro y le dijo al oshammi shammi: -Shimí, no quiero ni tu corona ni tu bastón, quiero tu shammizé. -Pues busca la shimite deé -rió el oshammi shammi-. Si ves aquí en la weseshe ami shammizé, llévatela sin más. El oogoro hurgó por todo lo largo y ancho de la wesesheshammi; al fin vio una woolanda y gritó triunfante: -¡Shimí, aquí está, la he encontrado! -Eres más listo que el tsezehé de las orejas largas -dijo el oshammi shammi-, la has encontrado y es tuya. El oogoro bajó corriendo de la wooba, cantando y riendo: -iTengo una shammizé! jTendré una shammizé para toda la vida shimideé! Por el camino se encontró con un viejo woorogoro. -¿Te gusta, shimí woro? -dijo el oogoro-, fijate, ¿te gusta mi shammizé? -Wof -dijo el woorogoro-. ¡Eres más tonto que un tsezehé! ¿No ves que lo que tienes en tus brazos es una woolanda? A la luz de la luna el oogoro miró bien, vio su error y se marchó tzuke shimite ni shimé, tan triste como quien ha perdido el nombre de las cosas.

STEFANO BENNI. EL CUENTO DE LA SIRENA SHIMIZÉ



café

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El hombre se da por satisfecho con descansar tumbado a la sombra; es plenamente feliz a la orilla de un río espumeante o al fresco amparo de un árbol perfumado, fumando una pipa o tomando a sorbos una taza de café o bebiendo un vaso de sorbete, pero sobre todo perturbando el cuerpo y la mente lo menos posible, siendo el problema de la conversación, las insatisfacciones que pueden causar la memoria y la vanidad del pensamiento las interrupciones más desagradables de su kayf. No es extraño que kavf sea una palabra intraducible a nuestra lengua materna.

Richard Burton. Peregrinaje a la Meca



Me gustó de lignes en ligne, una iniciativa francesa que consiste en reunir dibujos hechos en las líneas del metro de Paris. Busqué en mis libretas, escaneé lo que encontré sobre el tema y ya estoy entre los dibujantes subterráneos.



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