karaghiosis

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“Karaghiosis -escribe Theodore-, y el teatro de sombras que lo creó, son antiguos los dos. La tradición del héroe en el drama es medieval. Sus aventuras rivalizan con las de Tyll Owlglasse en alemán, y su lugar en la imaginación popular es tal que podríamos compararlo con el Tarleton isabelino. Perturbador de la justicia social, jamás hace algo para enajenar al auditorio, y su licencia política es casi absoluta (por ejemplo, pese a la dictadura de Metaxas, Karaghiosis gozó de ininterrumpidos poderes de comentario crítico en una época en que hasta Platón estaba prohibido -o al menos expurgado- en la universidad de Atenas). Es el espíritu del hombre pequeño, pero del hombre pequeño griego; es espléndido en la holganza, en pedir dinero prestado y en hacer bromas pesadas a sus amigos, con una fuerte motivación de ganancia. Es un símbolo corriente de todo el Medio Oriente bajo formas variables. El falo cómico, ya lo hemos indicado, se ha traducido en un brazo tan largo y expresivo que casi satisface la teoría psicológica de la substitución simbólica.

La diversión no es en modo alguno diversión limpia según las normas puritanas, y nada parecido se permitiría en un escenario londinense; pero es esencialmente puro en cuanto es amplio y sin malicia. La lista de personajes que aparecen de tanto en tanto en la mitología de Karaghiosis es muy considerable; en su propia familia está primero la esposa (Karaghiozaina). Es bastante convencional, en tanto que sus innumerables hijos (Kollitiri) procuran invariable alivio cómico sin llegar a distinguirse del pilludo común de la calle. El tío de Karaghiosis (Barba Giorgos) es de más severa substancia. Pastor de las montañas, usa la fabulosa foustanella y habla el craqueante dialecto de Etolia y Acarnania. Sus enormes bigotes se erizan de avaricia y amistad. Crédulo a veces, es la encarnación del carácter griego. Es un tema fértil. El carácter nacional, dice Zarian, se basa en las creaciones del teatro. Huxiey ha observado en algún lado que los ingleses no sabían cómo debía comportarse un inglés hasta que se creó Falstaff; ahora el carácter nacional está tan bien establecido que todo el mundo sabe qué esperar de un inglés medio. Pero ¿y los griegos? Su carácter nacional está basado en la idea del hombrecito empobrecido y pisoteado que se aprovecha del mundo por pura astucia. Agreguemos la sal del humor que se burla de sí mismo y tendremos al griego inmortal. Un hombre de impulsos, lleno de jactancias, impaciente por la lentitud, rápido en la simpatía, inventivo y asimilativo. Cobarde y héroe al mismo tiempo; un hombre a caballo entre su genio heroico y natural y su desesperanzado poder de raciocinio.

Lawrence Durrell. La celda de Próspero



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