El barrio de Triana, en Sevilla, ha sido señalado desde tiempo inmemorial como la residencia favorita de los gitanos. En este lugar son hoy más numerosos que en cualquier otra ciudad de España. Ciertamente habitan este barrio tipos desesperados y. aparte de los gitanos, se congrega aquí la mayoría de la población ladrona de Sevilla. Es posible que no exista otro lugar, incluido Nápoles, donde el delito abunde tanto y la ley sea tan despreciada como en Triana. La catadura de sus habitantes fue gráficamente bosquejada por Cervantes, hace dos siglos y medio, en una de sus novelas más divertidas. 
En los callejones más infames de este barrio, entre tapias desmoronadas y arruinados conventos, vive la gran colonia de los gitanos españoles. Aquí se les puede ver manejando el martillo; aquí recortándoles las cernejas a los caballos o esquilando a tijera lomos de mulos y borricos. De este lugar salen para ejercer ese oficio en la ciudad o para oficiar de terceros o para comprar, vender o cambiar animales en el mercado y las mujeres para decir el bahi por las calles, igual que en otras partes de España, generalmente acompañadas por uno o dos churumbeles desgreñados que llevan en brazos o asidos a las faldas. Otras, provistas de canastas y anafes, se encaminan a las deleitosas orillas del Len Baro, cerca de la Torre del Oro donde, agachadas sobre el suelo y con el hornillo encendido, asan las castañas que, cuando están bien hechas, constituyen las golosina favorita de los sevillanos. Muchas de ellas están conchabadas con los contrabandistas y van por las casas vendiendo mercancías prohibidas, de las compradas a los ingleses en Gibraltar. Esta es la vida de los gitanos de Sevilla; tal es su vida en la capital de Andalucía.

George Borrow. The Zincali. 1840



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