Lamento estropearos esta noche tan bonita de verano. Hoy he estado en una manifestación en Madrid. Yo no querÃa. TenÃa mejores planes. Pero lo que está sucediendo en Gaza me cabrea, por decirlo suavemente. Trescientos y pico aviones contra ninguno. Quinientos y pico tanques contra ninguno. Lo llaman guerra, pero no lo es. Os ahorraré las cifras de muertos. De ellos, de los casi dos mil que han caÃdo en los últimos dÃas en Gaza, se han leÃdo en voz alta en la Plaza Mayor la lista de los niños. Con nombre y, lo más duro de escuchar, la edad. El silencio era horroroso. He visto lágrimas. Alguno de los que leÃa la interminable lista ha debido parar y pasar el micro a otro compañero más entero.
Este gráfico, no actualizado, publicado hace unos dÃas por The Telegraph no es menos espantoso de ver que escuchar la lista.
¿Cuándo parará este sinsentido? ¿Cuándo nos comportaremos como personas y sentiremos piedad, asco, repulsión? 3000 personas en la Plaza Mayor no es nada. ¿Será que nos da igual esta atrocidad?
En efecto, la agresión del Estado sionista de Israel no es una guerra. Estamos en presencia de un genocidio. La “agitación” hipócrita de las llamadas “democracias occidentales” expresa con claridad la complicidad de estos estados cuyo objetivo se inscribe en la estrategia del imperialismo de desmembramiento de los pueblos del Próximo y Medio Oriente. ¡Cese inmediato de los bombardeos en Gaza!
No podemos contra el poder. Llevar en todo el Mundo un distintivo en la solapa contra estos asesinos. La humanidad unida.
SÃ, nos da igual. Es duro oÃrlo, es más que triste, pero es asÃ. NOS DA IGUAL. No hay más que quedar con los amigos, sacar el tema de conversación y ver que te quedas sola, que no se alarga más de un minuto. Nadie quiere hablar de ello, porque no importa. Somos casi 50 millones de personas y no creo que llegue a un 5% los preocupados por Gaza. Somos egoÃstas e insolidarios y nos importa una mierda lo que le pase a esta gente que no conocemos de nada. Actitudes asà son las que explican fenómenos como el nazismo en el que la “gente de bien” no quiso saber, y si sabÃa, no querÃa que eso perturbara sus tranquilas vidas. Ellos no podÃan hacer nada, o eso era al menos lo que se repetÃan para que sus conciencias no se molestaran lo más mÃnimo.